El seguimiento a casi 8.000 británicos durante 25 años apunta la relación entre la falta de sueño y el desarrollo de enfermedades mentales
La demencia afecta a 50 millones de personas en todo el mundo. Cada año se registran unos 10 millones de nuevos casos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Diferentes estudios han relacionado los patrones y la duración del sueño con el riesgo de padecer demencia a partir de cierta edad, pero las causas por las que se produce la enfermedad siguen siendo un misterio. Ahora, un informe publicado en la revista Nature Communications con datos recopilados durante 25 años remarca la relación entre dormir menos de seis horas diarias a partir de los 50 años y el riesgo de padecer algún tipo de demencia al cumplir los 65 años.
En este experimento han participado 7.959 británicos de entre 50 y 70 años, que desde 1985 han aportado información de forma voluntaria sobre cuánto dormían. Algunos de ellos utilizaban diferentes pulseras inteligentes o dispositivos electrónicos para medir su sueño y confirmar los datos. El análisis posterior de estos detalles llevó a los investigadores a establecer una relación consistente entre una cantidad baja de horas de descanso y un riesgo más alto de padecer demencia al cumplir los 65 años. “Esta asociación no se explica por los trastornos mentales y otras afecciones crónicas que se sabe que están ligadas a la demencia”, señala por correo Séverine Sabia, profesora en la Universidad de París y una de las autoras del estudio. Además, la misma investigadora asegura que estos datos se confirmaron en una submuestra del estudio, para la que utilizaron una medida objetiva de la duración del sueño.
Durante la investigación, se tuvieron en cuenta factores como la edad, el sexo, la etnia y la educación, que se ha demostrado que afectan al riesgo de sufrir demencia y que tuvieron que ser ajustados para evitar que interfirieran en el análisis. Los datos mostraron que aquellas personas de 50 a 60 años que dormían seis horas o menos cada noche tenían un mayor riesgo de sufrir algún tipo de demencia. Aquellos que mantenían este patrón de sueño de manera constante entre los 50 y 70 años tenían un 30% más de posibilidades de padecer esta enfermedad, independientemente de otros factores como afecciones cardiacas u otros problemas de salud mental. En el caso de este estudio, cuando se cerró la base de datos, 6.875 participantes habían llegado a los 70 años sin padecer ningún tipo de enfermedad mental. Entre ellos, 426 sí que mostraban síntomas de un principio de demencia.
Aquellos que dormían menos de 6 horas entre los 50 y los 70 años tenían un 30% más de posibilidades de padecer algún tipo de demencia
La demencia es el deterioro de funciones cerebrales en las personas mayores. “Hablamos de un conjunto de enfermedades, aunque la mayor parte de los casos son de alzhéimer. Es por eso que a veces nombramos al todo por una parte”, aclara Guillermo García Ribas, doctor de la unidad de deterioro cognitivo del servicio de neurología del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid.
Si bien no es la primera investigación de este tipo que se realiza y que arroja unos resultados similares, “este estudio está hecho en un grupo de población amplísimo y con un seguimiento muy a largo plazo, por lo que corrobora clarísimamente los estudios anteriores”, asegura García Ribas. “Demuestra que hay una correlación entre la falta de sueño en adultos y el desarrollo de una enfermedad del alzhéimer”, cuenta por teléfono el experto.
Lo que sí cambia entre este estudio y los realizados previamente es que, en esta ocasión, los investigadores no encontraron evidencias que apoyaran la hipótesis de que dormir mucho tiempo también puede provocar demencia a largo plazo. “El número de personas con patrones de sueño prolongado era pequeño y no permitía hacer una estimación robusta de la relación entre demencia y esos patrones”, reza el texto. Para dos estudios anteriores, en los que se realizó un seguimiento del sueño durante 12 y 14 años a un grupo de personas septuagenarias, aquellos que dormían nueve horas o más también tenían un mayor riesgo de padecer demencia. Estos mismos informes aseguraban que para tener datos más precisos sería necesario comenzar a recopilarlos antes y ver cómo pudo influir el descanso nocturno en etapas previas.
Este estudio está hecho en un grupo de población amplísimo y con un seguimiento muy a largo plazo, lo que corrobora clarísimamente estudios anteriores
Aunque se sabe que la demencia incipiente afecta a los ciclos de sueño-vigilia, no está claro cómo afectan los ciclos de sueño a la aparición de la demencia. “A partir de los cuatro o cinco años de tener la enfermedad, se empiezan a tener problemas de sueño con mucha frecuencia, como despertares precoces, microsueños y, a veces, incluso, sueñan despiertos. Por ejemplo, es relativamente frecuente en las personas que tienen alzhéimer”, comenta García Ribas.
Futuros estudios ayudarán a determinar qué papel juegan los elementos asociados al sueño (duración, nivel de alteración, apnea del sueño, etcétera) a la hora de sufrir demencia en edades avanzadas, algo crucial para afrontar la enfermedad y evitar el riesgo de padecerla. Según los cálculos del grupo de trabajo del Parlamento de Estrasburgo ‘Demencia como prioridad europea’, la cifra de afectados por la demencia puede ser el doble a partir del año 2050. En su último informe, se advierte de que a pesar de los progresos realizados y de los conocimientos generados, las personas que viven con demencia siguen enfrentándose a una serie de retos. Estos retos, que también conciernen a la sociedad en general, incluyen el coste social y económico de la demencia. García Ribas lo resume así: “Es importante concienciarnos de que un buen descanso nocturno es salud para nuestro cerebro”.