El ictus o accidente cerebrovascular es un trastorno neurológico agudo debido a un problema circulatorio en el cerebro.

Es una de las causas más importantes de incapacidad permanente del adulto y la segunda causa de muerte (la primera en mujeres), por lo que su detección y su tratamiento precoz son fundamentales.

Aproximadamente un 30% de los pacientes pueden tener síntomas previos, de aviso, de escasa duración, llamados “ataques isquémicos transitorios”.

La prevención disminuye el riesgo

Un adecuado control y tratamiento de los factores de riesgo vascular, como son la hipertensión arterial, la diabetes, el exceso de colesterol o la obesidad, así como el abandono del tabaquismo podrían prevenir 9 de cada 10 ictus.

Es vital acudir de manera precoz a un centro hospitalario para instaurar el tratamiento cuanto antes. Cada minuto cuenta y mucho.

Tipos de ictus o accidente cerebrovascular:

Ictus isquémico: se produce cuando un coágulo obstruye una arteria del cerebro. Este coágulo puede haberse formado localmente en la pared de la arteria, por una placa de ateroma (“de colesterol”), o provenir del corazón (por enfermedades cardíacas como la fibrilación auricular). Al obstruirse la arteria, impide que llegue suficiente sangre al cerebro, por lo que las neuronas no pueden funcionar correctamente y acaban muriendo (por falta de oxígeno y nutrientes). Es el tipo más frecuente.

Ictus hemorrágico: ocurre cuando se rompe un vaso sanguíneo del cerebro, generándose un sangrado dentro del mismo, con daño a las neuronas y consecuencias nefastas.

Los síntomas más habituales son:

  • Pérdida de fuerza en la mitad del cuerpo (cara, brazo y pierna del mismo lado).
  • Dificultad para hablar y/o comprender.
  • Desviación repentina de la comisura bucal
  • Pérdida de sensibilidad u hormigueos en la mitad del cuerpo.
  • Pérdida súbita de visión en un ojo o en ambos ojos.
  • Dolor de cabeza muy intenso distinto del habitual.

Al detectar cualquiera de estos síntomas en alguien cercano, lo que debemos hacer es avisar de forma inmediata a los servicios de emergencia, explicando los síntomas percibidos y la hora de inicio de los mismos, así como permanecer junto a la persona que lo sufre.

¿Cómo se trata el ictus?

Durante la fase aguda, el tratamiento consiste en disolver los trombos que se han formado. Puede realizarse de diferentes formas:

  • Tratamiento farmacológico. Se aplican fármacos fibrinolíticos (rt-PA) por vía venosa y, a veces, arterial.
  • Tratamiento quirúrgico. En ocasiones, será necesario realizar una intervención quirúrgica para extirpar la placa de ateroma formada o dilatar la arteria mediante una angioplastia con stent. Se introduce un catéter cuya punta termina en un pequeño balón inflable que, al hincharse, comprime la placa contra las paredes arteriales.
  • Si el ictus es hemorrágico, el tratamiento adecuado es la embolización del aneurisma con colis, sustancias que taponan las arterias dañadas e impiden que vuelva a romperse.

Muy importante a futuro prevenir los factores de riesgo para evitar la aparición de nuevos episodios: hipertensión arterial, enfermedades cardiacas, diabetes mellitus, etc.

Ictus y demencia

Finalmente, hay que señalar que los pacientes con demencia también tienen un riesgo aumentado de padecer un ictus debido a su edad y a que en muchas ocasiones presentan factores de riesgo vascular.

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